Otra vez es otoño. Me he dado cuenta esta mañana.
El río estaba un poco más verde que la semana pasada y los árboles marrones ya parecían rojos y amarillos.
Otra vez es otoño, pero de otra manera.
Me he dado cuenta esta mañana cuando he necesitado hacer fotos del paisaje de siempre
y he recordado que el año pasado por estas fechas debía de ser otoño.
El año pasado por estas fechas tenía mucho miedo y abrí este blog como vía de escape al dolor
o para sacar partido a las heridas.
Mi amiga C. me dio el empujón.
Desde entonces han caído por aquí palabras rotas y en mi cabeza este lugar quedó detenido en un paisaje de otoño
y hoy al darme cuenta de que otra vez era otoño he sentido la necesidad de venir a cotillear.
Y sí, otra vez es otoño pero de otra manera.
Por aquí queda un rastro de dolor, de miedo y malestar como nunca habría imaginado.
He pisoteado rastrojos de hojarsca y he pasado mucho frío.
He sonreído y me he partido de risa escondiendo el vacío de mis túneles internos.
He ocultado ciertas emociones para seguir hacia delante.
Me he sentido muy lejos del mundo y muy cerca de algunas personas.
He adelgazado, he envejecido y he conocido la peor de mis tristezas
porque creo nunca sabré de dónde demonios vino.
De la ansiedad.
¿Pero y ese maldito miedo?
¿Fueron las ilusiones desbocadas?
¿El vértigo?
¿El jet lag y la deshidratación del viaje a Japón?
Se acabaron las preguntas. Al fin.
Las dudas, prácticamente.
El miedo, no más que en cualquier vida.
Es otoño otra vez, pero de otra manera.
Tengo ganas de ser pequeña y de inventarme historias y, de alguna manera, hacia ello me encamino.
Si una noche me desvelo, no es el pánico sino las ganas de que algo venga lo que me tiene excitada.
Quedan huellas de algunos nudos en la garganta y en el estómago, pero siento tanta ligereza en los pies...
Es otoño otra vez, pero en el de este año no hay prisa ni escapatoria. No hacen falta.
Fuera llueve y aquí dentro hace calor y me siento tranquila.
Me siento tranquila.