jueves, 22 de octubre de 2020

Mis palabras son para el otoño. Siempre en esta época del año me apetece pasearme por aquí y pisotear palabras rojas, marrones y amarillas. 

En octubre la luz empieza a apagarse pero los días todavía no son cortos y comienza un frío pequeño que fantasea con hacerse bicho bola envuelta en una manta. 

Luego el invierno me pondrá los pies helados sobre el suelo, pero el otoño siempre empieza con ilusión. Este año mis palabras serán más amarillas, más marrones, más coloradas que nunca. 

Las hojas suenan cuando las piso y se ríen de mis ilusiones repetidas. 

Más coloradas que nunca. 

viernes, 25 de octubre de 2019

Qué extraño. Tres otoños más tarde he vuelto a pasear por aquí.

 La noche, el pensamiento azaroso y un punto de nostalgia me habrán traído para recordarme que algún día fui marmota. Que soy marmota.

Es otoño de nuevo.
Soy  otoño otra vez.

La ansiedad y las hormigas que dieron vida a este blog no han desaparecido según presagiaba con una inocente esperanza hace unos años. No han desaparecido. Las hormigas pueblan mi cuerpo pero ya no molestan. Nos hemos acostumbrado a vivir juntas.

Las hormigas me habitan, pero los otoños han cambiado.

Llegó al final de  un verano. Era Madrid, un calor  enorme y una larga espera. Es su segundo otoño y hoy pisotea conmigo las hojas y se reboza en el barro limpio y literal.

Atrás el miedo y las ganas.
Aquí mi cuerpo de vida. De tierra.
O de tortuga, marmota y hormiga.

Hormigas.
Hace unas noches tuve un ataque de hormigas y me escribí unas palabras que me sonaron ciertas.
Hablaban de la ansiedad. De esa que guardo en el armario porque si no la evoco parece que no existe, que no duele, que no es.
Días después perdí el lugar donde escribí aquello que ahora soy incapaz de reproducir. Y sentí un agujero de pena y un vértigo nuevo. Había perdido unas palabras que me ayudaban a comprenderme.

Esta noche algo se cruzó en mi memoria y me trajo aquí de  nuevo. Había olvidado estas palabras de marmota y me he vuelto a leer en ellas. Palabras perdidas. Pero el agujero parece que es ahora más pequeño.
Estaba escrito:
El otoño me salvará.





lunes, 17 de octubre de 2016

Otra vez otoño

Otra vez es otoño. Me he dado cuenta esta mañana.
El río estaba un poco más verde que la semana pasada y los árboles marrones ya parecían rojos y amarillos.

Otra vez es otoño, pero de otra manera.
Me he dado cuenta esta mañana cuando he necesitado hacer fotos del paisaje de siempre
y he recordado que el año pasado por estas fechas debía de ser otoño.

El año pasado por estas fechas tenía mucho miedo y abrí este blog como vía de escape al dolor
o para sacar partido a las heridas.
Mi amiga C. me dio el empujón.

Desde entonces han caído por aquí palabras rotas y en mi cabeza este lugar quedó detenido en un paisaje de otoño
y hoy al darme cuenta de que otra vez era otoño he sentido la necesidad de venir a cotillear.

Y sí, otra vez es otoño pero de otra manera.
Por aquí queda un rastro de dolor, de miedo y malestar como nunca habría imaginado.
He pisoteado rastrojos de hojarsca y he pasado mucho frío.
He sonreído y me he partido de risa escondiendo el vacío de mis túneles internos.
He ocultado ciertas emociones para seguir hacia delante.
Me he sentido muy lejos del mundo y muy cerca de algunas personas.
He adelgazado, he envejecido y he conocido la peor de mis tristezas
porque  creo nunca sabré de dónde demonios vino.
De la ansiedad.
¿Pero y ese maldito miedo?
¿Fueron las ilusiones desbocadas?
¿El vértigo?
¿El jet lag y la deshidratación del viaje a Japón?

Se acabaron las preguntas. Al fin.
Las dudas, prácticamente.
El miedo, no más que en cualquier vida.

Es otoño otra vez, pero de otra manera.
Tengo ganas de ser pequeña y de inventarme historias y, de alguna manera, hacia ello me encamino.
Si una noche me desvelo, no es el pánico sino las ganas de que algo venga lo que me tiene excitada.
Quedan huellas de algunos nudos en la garganta y en el estómago, pero siento tanta ligereza en los pies...

Es otoño otra vez, pero en el de este año no hay prisa ni escapatoria. No hacen falta.
Fuera llueve y aquí dentro hace calor y me siento tranquila.
Me siento tranquila.










sábado, 11 de junio de 2016

CV

Una columna vertebral rígida, segura y un vida planeada sin reparos.
Eso soy yo, mi eje.

A su alrdedor fantasmas, escarabajos negros que cada día quieren soprenderme con nuevos sustos.
Quieren desequilabrar mi eje, romperme.
Eso soy yo, ansiedad. 

Por arriba una bola enorme de ideas, emociones, pensamientos, obsesiones, sueños, temor.
Eso soy yo, mi cabeza.

Por ahí cerca una piel, cada vez más delgada, ligera, algo marchita por el sol y el tiempo.
Eso soy yo, arrugas.

Un ataque de pánico. Una noche. Pensamientos obscenos. Terror.
Eso soy yo, pasado.

Un río que fluye y a ratos se deborda. Un vestido de gasa que baila sin cuerpo. Un teclado que rumia una identidad.
Esa soy yo ahora.
Ahora mismo.

Incertidumbre. Ilusión. Madre. O no. Contigo, espero.
Con mi eje, ojalá.
Sin más miedos, por favor.
Con calma, deseo.
Como era ayer hace unos meses y siempre.
Sin ansiedad, ¿te imaginas?
Sin preguntas, sin dudas, siendo sin más, sin insomnio, sin llorar, sin temer.
Sin ansiedad, ¿te imaginas?

Eso soy yo, mañana.
Tal vez. 



martes, 1 de marzo de 2016

Si Madrid se bailara...

Un camino, un brazo.
Otro camino, otro brazo.

Jaleo,
me siento bien en el jaleo.
Rodada.

Hormigas, hormigas, hormigas
por el suelo.

Chas, chas, chas
y una caricia que respira de cansancio.

En el suelo:
Un camino. Un brazo.
Otro camino. Otro brazo.
Y una caricia que respira de cansancio.

Vámonos al Río.
Pasada por la espalda como si fuera agua.
Te abrazo deslizante.

Ten cuidado conmigo.
Me enconjo,
porque yo no quiero hacerte daño.

Dame un corazón, pasando por las tripas,
para las cosas simples.
Mis manos están abiertas y limpias.

Yo también tengo miedo.
Mis manos están limpias pero se arrugan con mi cuerpo en pánico.
¿Si yo doy un paso con esfuerzo, abro las piernas y salto por los aires,
tú me sigues?

Me tiro de la ropa.

domingo, 24 de enero de 2016

Domingo sin ventanas,
sin pasado
ni lluvias.

Bailo en un invernadero,
me desato de mi cuerpo
y me enrosco en tus piernas, tu cuello, en tus brazos largos hasta mis tobillos.

Días sin ventanas,
sin mañana
ni bruma
si tiendo amarres con el mundo.




miércoles, 13 de enero de 2016

Hipérbole

Esta mañana explicaba en clase la hipérbole.
Tanto dolor se agrupa en mi costado que por doler me duele hasta el aliento.
La hipérbole.
Esa herramienta para sacar palabras del vacío y ser capaz de explicar lo imposible.
Esta mañana explicaba la hipérbole y me pareció poderosa.

En el último tiempo me falta algo de alegría y me sobra miedo y me sobran, sobre todo, pensamientos.
He escrito: "me falta algo de alegría" y los ojos se me han puesto más tristes de lo que estaban.
Las palabras pesan y en este caso "me falta algo de alegría" carga mucho más que ese punto de alegría que me falla.

La hipérbole.

Me bloqueo en este tiempo. Las palabras mueren por aplastamiento en mi garganta.
¡Me sentaría tan bien escupir!
pero luego digo, escribo y me oigo
y rectifico, borro y me corrijo.

Demasiada hipérbole.
Ten cuidado, no te pases, no exageres, no es para tanto...
Y sí, es verdad,
pero hay un punto que me duele y me he cansado de buscar la razón
y otra vez no encuentro las palabras para no leerme excesiva y tener ganas de borrarme.

Así te quedas hoy: aparatosa, desmesurada, histriónica.
¡En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridente!

¡Hipérbole, hipérbole, hipérbole!